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En las últimas semanas, en conversaciones con amigos en Lima, el tema del temor a la soledad ha sido recurrente. No se ha descubierto América al decir que el sentimiento de soledad genera tristeza a cualquier edad, pero durante estos días he confirmado una vez más, que es causa de angustia y factor crítico en las decisiones más importantes de nuestras vidas…y es el factor principal por el que las personas mayores, en particular mis padres y abuela, se preocupan porque no tengo ni pareja ni hijos a “mis años”:
Hace unas semanas tomé un taxi en la avenida Arequipa, un señor canoso llamado Enrique conducía el vehículo. Me habló sobre sus experiencias, sobre sus viajes a diferentes países. Un hombre bohemio, de más de 75 años, con 22 hijos…sí, 22 hijos, y con más de 200 poemas aprendidos, me recitó uno, los dos reíamos en el auto. Luego, llegó el momento de preguntar sobre mi vida: “Soy divorciada… tengo 35 años”. Y el tradicional comentario para levantar los ánimos como si una mostrara la desesperación a flor de piel: “Pero cómo??? siendo tan simpática!”. Con la mejor intención del mundo yo sé que el señor Enrique intentaba darme sus consejos con la esperanza de que sirvieran para “mejorar” mi vida: “Hijita, te doy un consejo para cuando tengas otra pareja. Si te llena de besos, regresa todos los días a dormir a su hogar, y no te falta de comer, entonces no le reclames nada aunque lo veas acaramelado con otra mujer…eso es lo que hace una mujer inteligente”. Mi primera reacción fue la de bajarme inmediatamente del auto al escuchar sus recomendaciones de tono machista, pero lo seguí escuchando: “O sabes qué hijita, en realidad yo te recomendaría que mañana mismo vayas con un ginecólogo a conversar. Ahora en estos tiempos a cualquier edad puedes tener bebés. Es más si puedes ten mellizos de una vez”. Después de este comentario mi sonrisa inicial se había convertido en una ininteligible expresión de desconcierto y malestar, además de desesperada ahora también estaba llegando a una edad “madura” para tener bebés. “Tienes que tener hijos, es el mejor consejo que te puedo dar”. Ya era hora de bajar del auto, sus consejos no resonaban en mí, pero después de la molestia inicial entendí que su intención era compartir conmigo lo que para él había funcionado para tener una vida placentera. Agradecí el amoroso gesto de compartir conmigo sus experiencias y por sus consejos. Le di un fuerte abrazo, y nos despedimos con la esperanza de volvernos a cruzar por alguna de las calles de la gran Lima.
Para no sentirme sola no voy a recurrir a la inseminación artificial, o tal vez utilice un método más barato y placentero como el sexo, o tal vez adopte un niño, o muchos, o ninguno…no lo sé. Pero lo que debo tomar en cuenta es que la soledad no es una condición que uno pueda controlar. Mediante nuestros actos podemos “intentar” disminuir las posibilidades de quedarnos solos, pero un acta matrimonial no nos asegura la compañía de un esposo hasta la muerte, un hijo no es garantía de una vejez rodeada de nietos y atención, un amigo no podrá siempre estar “ahí”. El saber que no tenemos asegurado nada, tal vez sea la clave para esforzarnos en mantener vínculos de cariño, y con suerte también duraderos. La vida nos puede arrancar amigos, hermanos, amantes, pero mientras estemos vivos lo único garantizado es que nos tenemos a nosotros mismos. Durante los últimos meses he dado un gran vuelco hacia mi interior, a la búsqueda de la armonía, intentando ser consecuente conmigo a pesar de ciertas presiones externas que no necesariamente evocan la voz de mi espíritu…esta búsqueda me ha llevado a recorrer lugares oscuros, pero también resplandecientes, me ayuda a conocerme más, a veces a disgustarme, otras a gustarme, pero lo más importante a amarme. Al amarnos, encontramos paz en nosotros mismos, a los nuevos desafíos vendrán respuestas más sensatas, no es fácil, requiere esfuerzo diario, pero les aseguro que me siento mejor que nunca.
Este recorrido interno también me trae una sensación de tranquilidad, y aunque parezca extraño también de compañía, mi propia compañía. Siento que al esforzarme por sentirme bien conmigo el universo se confabula para crear situaciones que me hacen sentir acompañada no sólo por mí misma, si no también por otras personas. Esa fuerza que me ayudó a que las cosas se dieran para favorecer el reencuentro con viejos amigos en el momento oportuno, encontrar nuevos amigos, y disfrutar de la compañía de mi familia, es en la misma que confío me ayudará en el futuro. Confío en que el universo no me va a dejar sola si yo pongo de mi parte y soy consecuente con mi ser. Por mi parte trato de poner cada día unos gramos de sensatez, otros cuantos de valentía y coraje, y unos buenos kilogramos de sonrisas y carcajadas, ésta última es la forma más efectiva de sentirse bien y lo mejor que se puede compartir con las personas que el universo puso en nuestro camino. Si en el momento no hay nadie alrededor, una sonrisa será igual la manifestación de un corazón que se siente acogido en el seno de su propia alma, ten la certeza de que como tal será más difícil sentirse solo o desdichado.
Muchas gracias a todas las personas con las que estoy compartiendo este viaje, gracias por su amoroso apoyo, sus palabras de aliento y por compartir conmigo sus experiencias, los quiero y admiro mucho…en particular a dos mujeres que están demostrando una valentía y perseverancia admirables, gracias por sus enseñanzas, aunque haya resbalones, a partir de aquí nos toca la cuesta hacia arriba!